Esta semana estaba preparando unos Stories destacados para mi Instagram y me di cuenta de la cantidad de veces que alguien me pregunta sobre la técnica de no labranza que utilizo en mi huerto.
Muchas de estas preguntas tienen un tono de incredulidad, gente que no cree que de verdad llevo más de un año sin remover el suelo ni arrancar raíces. Otras preguntas vienen de gente curiosa que quiere saber cómo lo hago. Y, claro, también hay gente que cree que miento y que esto no es posible.
Por esta razón he decidido hablar más en detalle sobre esta técnica y sus muchos beneficios para el huerto. Así que el texto de hoy se lo dedico especialmente a aquellos hortelanos que, al final de cada temporada, quitan todos los cultivos y remueven el suelo a conciencia. Hoy estoy aquí para explicarte porque deberías dejar de hacerlo inmediatamente.
Como todos los nuevos hortelanos, yo también empecé en el mundo del huerto – hace ya unos cuantos años – labrando el terreno a conciencia. Pensaba que no se podía cultivar nada sin labrar y que había que airear el suelo para que las raíces crecieran bien.
Estaba tan convencida de la necesidad de labrar el suelo para tener buenas cosechas que hasta me compré una motoazada mecánica por más de 300€ (que finalmente usé 3 o 4 veces antes de regalar a un amigo).
El cambio en mi mente empezó el día que descubrí que existía una técnica de no labranza. Confieso que al principio todo me parecía demasiado bueno para ser verdad, no creía que los cultivos iban a crecer mejor por el simple hecho de dejar de labrar el suelo.
Con el tiempo me di cuenta que no basta con dejar de labrar, para que la técnica funcione es necesario combinar una serie de actitudes que harán de esta técnica un éxito.
Después de algunos años de investigación y estudio, finalmente decidí llevarla a cabo. Aproveché el hecho de que estaba de mudanza a Logroño e iba a empezar un nuevo huerto desde cero. La finca me la entregaban limpia y labrada, como un lienzo en blanco para empezar a cultivar.
Antes de empezar con el trabajo, tenía claro que el nuevo huerto debería cumplir con algunos requisitos:
Tras mucho pensarlo, decidí crear tres bancales semi-elevados con riego por goteo (luego lo cambié por exudación) y cubrir todo con paja. Llevo desde Marzo 2020 con este modelo y ha sido un gran acierto, las cosechas son muchísimo más abundantes que las que tuve en el pasado y el número de horas de trabajo se ha reducido al mínimo. En invierno voy al huerto una o dos veces al mes mientras que en verano, aprovechando que los días son más largos, voy una o dos veces a la semana.
Me he vuelto tan enamorada de esta técnica que no solo la promuevo en mis redes sociales como la he usado en todos los nuevos huertos que he creado desde el principio de la pandemia.
Nadie sabe con exactitud cuándo, cómo y porqué ha surgido esta técnica, pero lo que es cierto es que no es algo nuevo. Masanobu Fukuoka ya la usaba en sus campos de cultivo en la década de 1940 además de hablar del tema en su libro publicado hacia 1970.
En las últimas décadas han surgido muchos agricultores que defienden su uso. Con el crecimiento de internet y las redes sociales, la información se ha expandido de forma más rápida y hoy día es fácil encontrar a grandes nombres de la horticultura que la aplican en sus huertos.
Yo la conocí a través de un hortelano británico llamado Charles Dowding pero finalmente ha sido Fukuoka quien me ha convencido de que iba por buen camino. Tras leer “La Revolución de una Brizna de Paja” y conocer más a fondo la Agricultura Natural de Fukuoka, tengo claro que el mejor camino para producir alimentos sin destruir el medio ambiente es apostando por técnicas más naturales y menos invasivas.
La técnica es bastante sencilla y se basa en dos puntos básicos:
1. No labrar el suelo
2. No arrancar raíces
Dependiendo del clima donde esté ubicado tu huerto, hay que añadir un tercer punto fundamental:
3. Usar acolchado vegetal
Este punto no es obligatorio en todos los huertos ya que en zonas con un clima muy húmedo, el acolchado vegetal puede traer más problemas que soluciones. Charles Dowding, por ejemplo, no usa acolchado en su huerto porque en Reino Unido las lluvias son frecuentes y él necesita que el suelo drene para evitar problemas de pudrición u hongos.
No pasa lo mismo en mi huerto, donde el acolchado de paja es permanente. El clima de Logroño no es tan lluvioso como el de Reino Unido y, por lo tanto, el acolchado se hace necesario para mantener la humedad de los bancales y reducir la frecuencia de riegos.
Tener acolchado vegetal tiene otros beneficios aparte de mantener la humedad:
Puedes usar varios materiales para acolchado, desde restos de poda hasta hojas secas de los árboles. Prueba con distintos tipos y elige el que mejor funciona para tu huerto.
Antes de entrar en los beneficios de esta maravillosa técnica, quiero explicarte porqué la labranza del suelo te está trayendo más problemas que soluciones.
Para empezar, labrar el suelo al final de cada temporada supone muchas horas de trabajo y máquinas / herramientas necesarias para llevar a cabo la tarea. Recuerdo cuando compré mi motoazada con toda la ilusión del mundo, pensaba que entonces mi huerto finalmente iba a crecer bien. La ilusión se acabó el primer día de uso cuando me di cuenta que yo no tenía fuerza suficiente para usarla.
Si alguna vez has visto una foto mía, sabrás que soy muy delgada y tengo los brazos finos. Y si has usado una motoazada anteriormente, también sabrás que es una máquina que requiere cierta fuerza para el manejo. Pues bien, además de no conseguir usar la máquina yo sola, acababa agotada a los cinco minutos del esfuerzo que me suponía sujetar y enderezarla.
En resumen: cada vez que quería pasar la motoazada en mi huerto tenía que pedir ayuda a amigos más fuertes y dispuestos a trabajar gratis. O sea, no podía labrar mi huerto cuando yo quería y sí cuando los amigos podían venir.
Pero este no es el único punto negativo, ¡hay más!
En un huerto doméstico quizás no pase tanto, pero en un gran campo de cultivo el peso de las máquinas usadas para labrar / cosechar / regar / aplicar remedios / etc. compacta el suelo.
Tanta máquina termina destruyendo la estructura del suelo que se erosiona con más facilidad. Las lluvias abundantes lo tienen más difícil de penetrar en él y forman ríos superficiales que arrastran parte del suelo y sus nutrientes a los ríos y mares. Si la finca usa muchos fertilizantes y agrotóxicos, éstos también son arrastrados por las lluvias y acaban contaminando el océano.
¿Has visto lo que ha pasado con el Mar Menor? Culpa del exceso de fertilizantes y las lluvias intensas de la zona que arrastran todo los productos químicos al mar.
Y por último pero no menos importante, el uso constante de máquinas termina por matar la vida microbiana del suelo. Aunque no lo veamos a simple vista, el suelo está compuesto por una infinidad de microorganismos que trabajan incansablemente procesando la materia orgánica, disponibilizando nutrientes para las plantas y controlando las posibles plagas gracias a la cadena trófica.
Los microorganismos que viven en la capa superficial son distintos a los que están en las capas más profundas. Unos necesitan oxígeno y toleran la luz del sol mientras que los otros viven en la oscuridad y con casi nada de oxígeno. Cuando pasas una motoazada por el suelo, mezclas todos estos microorganismos que, finalmente, se mueren. Además, también matas una serie de insectos e invertebrados fundamentales para el buen funcionamiento del suelo.
En resumen, al final tienes un suelo suelto pero completamente muerto.
Un suelo sin vida también afecta a la absorción de nutrientes por parte de las plantas, obligando al agricultor a aplicar fertilizantes sintéticos con mayor frecuencia. Las plantas crecen más débiles, sufren más ataques de plagas y dan peores cosechas. Las plagas se vuelven más frecuentes porque la cadena trófica se ha visto afectada y ciertas poblaciones de bichos crecen de forma descontrolada al no tener depredadores.
Finalmente la cosa se vuelve una bola de nieve y el simple uso de máquinas para labrar el suelo acaba trayendo un montón de problemas extras para tu cultivo.
Hemos hablado de lo malo de la labranza, ahora vamos a la parte buena.
Cuando dejas de remover el suelo, la vida microbiana se multiplica. Hay más bacterias, hongos, insectos, invertebrados y muchos otros bichos procesando toda la materia orgánica, disponibilizando nutrientes para las raíces de las plantas y controlando la población de posibles plagas.
El uso de acolchado y compost aumenta el % de materia orgánica presente en el suelo, lo que le transforma en una gran esponja. De esta forma, el suelo retiene mejor la humedad, las lluvias se infiltran más fácilmente y no hay erosión.
Las lombrices son más abundantes y se encargan de crear infinitas galerías en el subsuelo que ayudarán a evitar que se compacte, además de facilitar que el agua se infiltre y sea absorbida por las raíces.
Las raíces viejas de las plantas (que no han sido arrancadas al final de la temporada) no solo ayudan a evitar la compactación del suelo como se volverán alimento para lombrices y abono para tus plantas en el medio-largo plazo.
Al final, menos es más. Cuanto menos trabajes el suelo, más vivo será y mejor te funcionará el huerto. La naturaleza lleva funcionando de forma sabia desde hace millones de años, muchísimo antes de que el ser humano surgiera en el planeta Tierra. Creer que los sistemas de cultivo creados por nosotros son mejores que los naturales es totalmente equivocado.
Aunque la técnica sea bastante simple, para implementarla con éxito es necesario que tengas en cuenta algunos puntos. Lo primero es delimitar la zona de cultivo y evitar pisarla siempre que posible. Si dejas de labrar la zona pero sigues caminando sobre ella, estarás compactando el suelo con tu peso corporal.
En el caso de que tu suelo sea demasiado compacto, puedes usar una laya de doble mango para descompactar sin mezclar la tierra ni afectar a su vida microbiana. En mi caso, como la finca nos ha sido entregada ya labrada, esta etapa no ha sido necesaria.
Lo siguiente que debes hacer es añadir una capa generosa de compost maduro. Lo que buscamos conseguir en este caso es una textura del suelo más ligera, una mayor absorción de la humedad y un buen aporte de nutrientes. En las primeras temporadas tus cultivos se van a sostener en esta capa de compost pero, poco a poco, los microorganismos van a mezclar este compost con el suelo mejorando la textura de la zona en general.
Charles Dowding, por ejemplo, cultiva su huerto en compost y nada más. Al final de cada temporada, él retira los cultivos y añade una nueva capa de compost antes de poner los cultivos de la nueva temporada. Si usas compost de forma periódica, no tendrás que preocuparte por añadir ningún otro tipo de abono ni fertilizante.
Y por último pero no menos importante, el acolchado. Si vas a hacer siembra directa de semillas pequeñas (por ejemplo, zanahorias) puedes dejar el acolchado fuera durante las primeras semanas hasta que las semillas hayan germinado. Por otro lado, si vas a trasplantar cultivos un poco más grandes o hacer siembra directa de semillas gordas (como las habas), lo ideal es que pongas el acolchado desde el primer momento.
Una vez tengas el huerto en marcha, lo único que tendrás que hacer en el largo plazo es:
Sé que puede resultar una técnica un poco rara para la mayor parte de los hortelanos tradicionales pero te garantizo que cuando la hayas adoptado, tu único arrepentimiento será no haberlo hecho antes. Te vas a ahorrar horas de trabajo, herramientas, abonos y remedios para plagas. Son todo beneficios.
Espero que te haya gustado el texto y si quieres conocer más sobre la técnica, te recomiendo que leas los libros de Charles Dowding y veas sus videos de Youtube, además de leer los libros de Masanobu Fukuoka.
Y si ya utilizas esta técnica en tu huerto, cuéntame abajo tu opinión sobre ella. ¿Te gusta como funciona? ¿Se la recomendarías a otras personas?
Si necesitas una ayuda más cercana, alguien que te guíe por este maravilloso mundo hortelano y te cuente más detalles sobre las mejores opciones de cultivos para tu caso específico, puedes contratar mi consultoría privada. Haremos una videollamada de 1 hora de duración en la que me enseñarás tu huerto (o el espacio donde quieres crear uno), me contarás todas tus dudas y haré lo posible para ayudarte a que tengas el mejor huerto posible.
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